Revista El Dolor 76 | Agosto 2023 - Año 33 | In Memoriam

Profesor Carlos Paeile Jacquier (1931– 2022)

Recibido: 05-01-2023
Aceptado: 04-05-2023
Páginas 10-10
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Resumen

Carlos Paeile nos dejó repentinamente el 15 de noviembre de 2022. Fue una de las personas más importante en el desarrollo del estudio del dolor en Chile. Fundador de la ACHED (Asociación Chilena para el Estudio del Dolor, capítulo chileno de IASP) en 1990. Cómo no recordar aquella invitación que nos hizo a un grupo de 25 profesionales que veníamos de diferentes disciplinas para fundar dicho capítulo. Sabía elegir muy bien a sus futuros discípulos y colaboradores.

Gran profesor y maestro en la investigación del dolor. No por casualidad, nuestro Directorio lo nombró después de hacer algunos cambios a los estatutos de ACHED, “Maestro del Dolor” en 2015.

Carlos nació en Santiago el 16 de Julio de 1931, hijo de padre y madre franceses. Se casó con Carmen Marambio y tuvieron dos hijos, Vicente y Verónica. Carmen fue su gran compañera por más de 62 años de matrimonio y, además, pintora muy exigente con ella misma. Falleció un mes y medio antes que él.

Como bien dijo su discípula Teresa Pelissier, en el homenaje que se le brindó al ser nombrado el primer Maestro del Dolor en Chile, donde ella compartió la reseña de Carlos con su otro discípulo, el Dr. Luis Villanueva, quienes ambos siguieron el camino del maestro, pero éste último en Francia; Carlos era una persona muy reservada, alguien a quien no le gustaban los honores, tenía la humildad de los grandes maestros.

Carlos, desde su graduación universitaria como Cirujano Dentista el 16 de mayo de 1956, siempre mostró interés por las ciencias básicas y, particularmente, la Farmacología y dentro de ésta, la Neurofarmacología del Dolor. Para esto viajó a Francia en varias oportunidades y trabajó con grandes profesores, como Paul Lechat, y en el Institut Marey con la Profesora Denise Albe-Fessard en el Laboratorio de Electrofisiología aplicado al estudio del dolor.

Con este conocimiento adquirido en centros franceses, instaló un laboratorio de Neurofisiología y Neurofarmacología del Dolor en el Departamento de Farmacología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, siendo además director de dicho departamento.

Dentro de sus investigaciones propuso que el mecanismo analgésico de los AINEs no era sólo por un mecanismo antiinflamatorio periférico si no que, además, tenían un mecanismo de acción central. También realizó múltiples investigaciones con relación a opioides e inhibidores de COX-2.

Carlos tenía la idea que, al desarrollar modelos animales de dolor, los resultados podrían tener después importancia en la clínica, lo que hoy está más vigente que nunca en el concepto de la investigación traslacional.

Pero Carlos, no era sólo un Profesor de Farmacología, como Tere y Luis dijeron, era “poseedor de una personalidad multifacética y desarrollaba paralelamente un sinnúmero de actividades relacionadas con las otras múltiples pasiones que tuvo a lo largo de su vida, entre ellas la pintura, y específicamente la pintura primitiva o instintiva, realizando muchas exposiciones, incluso uno de sus cuadros forma parte de la colección del Museo de Bellas Artes”. También, tenía mucho interés por la cultura mapuche y la Arqueología Precolombina. Personalmente conocí algunas de esas piezas. Cómo no sorprenderse con ese museo en una habitación del segundo piso de su casa. Tere nos cuenta que “él mismo realizó excavaciones y encontró piezas únicas que, en vez de guardarlas para sí, las donó al Museo Arqueológico Nacional”.

Mi contacto personal con Carlos, a quien siento como uno de mis maestros en dolor, ocurrió a fines de la década del 80, cuando eran mis inicios como anestesiólogo interesado en el dolor. Después de regresar de hacer una estadía en dolor en EE. UU, me invitó a ser uno de los fundadores de ACHED (hoy ACHED-CP) y, además, a escribir en 1990 un capítulo en la primera edición de “El Dolor: aspectos básicos y clínicos”, que lo editó en conjunto con el médico Dr. Hernán Saavedra, Farmacólogo Clínico. En 1997, Carlos me invitó a ser co-editor de la segunda edición del libro y en el 2005 de la tercera edición, pero con un cambio en su título: “El Dolor. De lo molecular a lo clínico”. Desde la primera edición con 11 capítulos y 200 páginas, hasta la tercera edición, con 47 capítulos y más de 700 páginas y un formato tipo texto de estudio en dolor, es donde yo realmente conocí al maestro, su rigurosidad, la exigencia de un trabajo bien hecho y su amplia experiencia en publicaciones.

De esta experiencia de trabajo con él y darme cuenta de que era un investigador con muchas inquietudes científicas, me atreví a proponerle que me ayudara a realizar un proyecto de investigación que estaba desarrollando fuera del ámbito de dolor. Carlos nunca lo dudó y siempre me apoyó. Sin su apreciable ayuda y la de su equipo de investigadores, no hubiésemos podido avanzar en esos estudios.

Pero al igual que todos sus otros discípulos aprendí junto a él, de arte, de culturas, de antigüedades, de historia, de la vida misma que sólo aquél que trasciende logra transmitir.

Aún recuerdo cómo me enseñó a mirar y admirar una obra de arte. Es aquella que expresa y mueve tus propios sentimientos. Ahí entendí su pintura ingenua, instintiva.

Carlos marcó y motivó a varias generaciones que dieron frutos en el desarrollo del estudio de dolor, tanto en la investigación básica, en la clínica, como a nivel institucional dentro y fuera del país.

Carlos amaba a los perros y tuvo diferentes razas, entre ellos dos hermosos pastores alemanes, perros que siempre me han fascinado. En términos perrunos podemos decir que Carlos sacó una gran camada para desarrollar el dolor en Chile.

Adiós Carlos. Adiós Maestro. Nos dejaste una huella indeleble.


Conflicto de Intereses

Autor (es) no declaran conflicto de interés en el presente trabajo.


versión impresa
ISSN 0717-1919

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